Cae la tarde sobre la ciudad, las farolas del Paseo de Gracia van dejando al paso del coche un destello de luces blancas fugaces. En la radio de fondo una melodía de Ludovico Einaudi, Primavera. El suave ritmo del piano envuelve el ambiente y lo eleva mientras bajamos veloces por la Rambla de las Flores hasta que por fin llegamos.
Se erige ante nosotros el magnificente edificio del teatro del Liceo, con su majestuosa fachada de arcadas y luces de estilo Renacentista. Parece mentira pensar que este edificio fuera capaz de resistir dos incendios terribles y ahora podamos tener la suerte de volver a disfrutarlo como si nada hubiera sucedido jamás.
Entramos apresuradamente por el maravilloso vestíbulo, una imponente alfombra roja nos recibe y acompaña por la escalinata de mármol de estilo neoclásico hacia la primera planta. Allí, a mano derecha, encontramos una sala maravillosa repleta de frescos renacentistas y espejos en sus paredes al más puro estilo Luis XV: las sala de los espejos.
Embelesados por la belleza de la estancia, escuchamos en la megafonía que la obra está a punto de comenzar, así que nos dirigimos a nuestro palco para poder volver a disfrutar de la opera con la emoción del que recupera algo perdido después de tanto tiempo.
El patio de butacas está repleto y sus asistentes esperan con emoción el inicio del espectáculo mientras lucen sus mejores galas. Siempre me sobrecoge ver el espacio, su gran óvalo dorado forrado por el terciopelo granate de las butacas. Es tan elegante como embriagador y tan solo motiva a enaltecer el ambiente.
De repente se apagan las luces y la orquesta inicia los primeros acordes. El escenario se ilumina y uno de los barítonos, interpretando al duque de Mantua, inicia su canto a la vida bajo el Questa o quella de Giuseppe Verdi. Rigoletto empieza, y con ella una de las óperas más célebres del compositor italiano.
La música envuelve todo y noto la imponente voz de los artistas ocupando cada espacio del lugar. Durante los tres actos mi mente vuela a otro lugar y se adentra en el mágico mundo aristocrático de la Italia del siglo XVI, donde el glamour, el arte y la música se dan de la mano para llevar al espectador al más bello de los espectáculos.
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